Estas valiosas interacciones invitan a preguntarse por la psicología diferencial de las entidades pensantes y merecen ser investigadas.
¿No se inscribe el "arte", en primer lugar, en una historia, en una cronología de las civilizaciones?
¿Es sólo una cuestión de pura finalidad, que responde esencialmente a la satisfacción de una aspiración?
¿O surge más bien de una necesidad, de un compromiso, que autoriza a la idea, es decir, al sustrato espiritual, a encarnarse en la materia de una piedra o de una onda acústica?
¿Por qué una determinada civilización, en un momento concreto de su historia, siente la necesidad de incorporar a lo perceptible -es decir, a lo que es accesible a los SENTIDOS del individuo- algo que podría ser transmitido por la trivial herramienta del LENGUAJE?
¿No es simplemente porque esta herramienta se muestra insuficiente y deficiente para transmitir lo indecible?
Mientras que el arte griego se esforzaba por simbolizar la armonía y el equilibrio infinitos del kósmos en el mármol de una estatua de proporciones perfectas, las pinturas religiosas del Renacimiento se propusieron la ambición de representar el absoluto de lo divino en la imagen. Estos conceptos están más allá de la capacidad de las palabras más precisas y exhaustivas utilizadas para describirlos.
Pero si el arte puede compensar, durante un tiempo determinado, la carencia de un lenguaje, soporte obligado de todo pensamiento, ¿qué ocurre cuando la circulación de la información, con su carga afectiva y emocional asociada, se realiza de manera integral y formal?
¿Cómo es el pensamiento de un grupo étnico que no está limitado por una herramienta de comunicación imperfecta?
¿Qué puede captar esta misma etnia de una obra de arte que transmite este "resto" no comunicable y que resulta de este paso del sustrato espiritual al material?
¿Cómo aprehender el carácter sibilino de este "resto" para una etnia cuyos flujos de información totalmente eficaces excluyen, de hecho, cualquier forma de equívoco?
¿Este "resto" típicamente humano es el residuo de una pérdida no simbolizable o el producto de un auténtico valor añadido?
¿Este "resto" sólo es perceptible en el arte?
¿Qué impacto puede tener, a su vez, en el pensamiento?
¿Qué opina usted al respecto?